De mí a usted, apenas estoy diciendo, vol.1

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Articulo de la serie De Mi Para Ti: Solo Digo…

Mi Princesita

“Eres tan bella,” eso es lo que le dije a mi princesita. Mi pequeña hija es tan linda; se parece tanto a mi. Tenía unos cinco, tal vez seis años, solo unos añitos más de tres. Cuando nuestros ojos se encontraron, noté que me miraba de forma extraña. Guau, antes que pudiera decir algo, miró hacia otro lado aparentemente perturbada o quizá agitada, no pude descifrarlo. Sintiéndose tímida, me miro de nuevo. Le huía a mi cumplido. Se sintió que no lo merecía, así que apropiadamente lo descartó sin darle importancia ni pronunciar una sola palabra al respecto, porque tenía tantas dudas. Después de todo, solo su papi podía pensar o decir algo tan tonto; y además, aparentemente asumió que mi opinión era demasiado parcial como para tener significado. Mi expresión de amor no valía nada. Así que la echo a un lado, lejos, muy lejos de mi. Como era posible esto? Desde ya tantas dudas sobre su apariencia indeleblemente impresas tanto dentro como fuera de ella. Con solo unos años, unos añitos mas de tres, odiaba la manera en que lucia, pero se parecía tanto a mi. Tan pequeña e inocente, como podía ser? De donde venía esta inseguridad? Sería de mi? Le había dicho yo algo sin saber? Ese momento causó tanta confusión, demasiada como para deshacerla rápidamente. Un inesperado enigma había llegado a nuestra puerta y no lo había detectado nunca, nunca antes. Haboa que buscar una cura. Donde podría encontrarla? Que podía hacer? Desprevenido, qué más podía hacer? No sabe ella que se parece a mi? Con la sonrisa cálida y amorosa de su madre y los ojos sensuales y fascinantes e inteligencia aguda de su abuela? Con talentos que no se pueden ver? Con su hermosa y suave piel morena, en la que se refleja su herencia Chickasaw, caucásica y Africana, regalos recibidos de su madre y de mi. Su ADN era una mezcla magnifica que la hacia la niña de nuestros ojos. Cómo era posible que no viera eso? Jesús santísimo, como no podía ver toda su belleza, un reflejo de su madre y de mi?

 

Estaba seguro de que había escuchado algo que había desatado todos estos pensamientos malvados. Pero que pudo haber sido que tan violentamente sacudió su confianza dejándola marcada con tanta duda y dolor? Su viaje por el mundo ha sido transformado para siempre, haciendo su camino mas difícil mientras busca un futuro libre de vergüenza y desprecio; según se desplace por el terreno escabroso de los patios de recreo, aulas de clases, la pubertad, citas románticas y tantos juegos tontos, una carrera profesional, claro, que es su destino; pero ahora con su espíritu roto y falta de amor a si misma, armadura imprescindible para aguantar los tormentos por los que debe pasar. Desde sus adversarios hasta sus familiares, seguro que todos verán sus heridas y su dolor, producto de parecerse a mi. Soy hombre y se tan poco sobre darle forma al corazón de una muchachita. Solo he tratado de amarla y darle lo que necesita sin considerar otras cosas. Enseñarle ahora a quererse a si misma era demasiado profundo para mi. Pensé que vendría a este mundo previamente programada. “Y, de todos formas, no es ese el trabajo de una madre?”, me dije a mi mismo. Además, ya la estaba llevando a clases de ballet y de piano, ven? Enseñarle sobre elegancia y aumentar su confianza ya venían de mi. Ella había viajado por el mundo disfrutando de la amplitud de sus servicios culturales. Lo hicimos todo: shows en Broadway y, claro, el ballet también, pero eso no era suficiente, simplemente no bastaba. Así que la dejamos también modelar. La Agencia de Modelaje Ford le dio la bienvenida a su privilegiado enclave. Pero ni siquiera esto fue suficiente para ahuyentar esos sucios sentimientos de tristeza y desprecio. Parecía que empeoraba la situación, pero es difícil decir esto con exactitud. En sus ojos, todo lo que era ella estaba equivocado: su color era equivocado, la forma de su cuerpo era equivocada, su pelo, su tamaño y, como si fuera poco, nariz equivocada, boca equivocada, ojos… No importaba de donde viniera: si de su madre, o no míos, pero los ojos de su abuela, nada merecía un premio de certamen de belleza.

Lawrence E. Crockett

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